A WORD FROM THE PASTOR Dear Brothers and sisters: Peace be with you! Why did Jesus offer himself as "food and drink" to his disciples? Jesus chose the time of Passover to fulfill what he had announced earlier at Capernaum - giving his disciples his body and his blood. Jesus' passing over to his Father by his death and resurrection, the new Passover, is anticipated in the Last Supper and celebrated in the Eucharist or Lord's Supper, which fulfills the Jewish Passover and anticipates the final Passover of the church in the glory of God’s kingdom. This is the most significant meal of Jesus and the most important occasion of his breaking of bread. In this meal Jesus identifies the bread as his body and the cup as his blood. When the Lord Jesus commands his disciples to eat his flesh and drink his blood, he invites us to take his life into the very center of our being. That life which he offers is the very life of God himself. Jesus' death on the cross, his gift of his body and blood in the Supper, and his promise to dine again with his disciples when the kingdom of God comes in all its fullness are inseparably linked. When we receive from the Lord’s table we unite ourselves to Jesus Christ, who makes us sharers in his body and blood. This supernatural food is healing for both body and soul and strength for our journey heavenward. When you approach the Table of the Lord, what do you expect to receive? Healing, pardon, comfort, and rest for your soul? The Lord has much more for us, more than we can ask or imagine. The principal fruit of receiving the Eucharist is an intimate union with Christ. As bodily nourishment restores lost strength, so the Eucharist strengthens us in charity and enables us to break with disordered attachments to creatures and to be more firmly rooted in the love of Christ. Fr. Emilio Sotomayor UNAS PALABRAS DEL PARROCO Queridos hermanos y hermanas: Que la Paz esté con ustedes! ¿Por qué Jesús se ofrece como "comida y bebida" a sus discípulos? Jesús escogió el tiempo de la Pascua para cumplir lo que había anunciado anteriormente en Cafarnaúm - dando a sus discípulos su cuerpo y su sangre. Jesús entregándose al Padre por su muerte y resurrección, la nueva Pascua, se da en la Última Cena y se celebra en la Eucaristía o Cena del Señor, que cumple la Pascua judía y anticipa la pascua final de la Iglesia en la gloria del reino de Dios. Esta es la comida más importante de Jesús y la ocasión más importante de su fracción del pan. En esta comida Jesús identifica el pan como su cuerpo y la copa como su sangre. Cuando el Señor Jesús ordena a sus discípulos comer su carne y beber su sangre, nos invita a tomar su vida en el centro mismo de nuestro ser. La vida que él ofrece es la misma vida de Dios mismo. La muerte de Jesús en la cruz, su don de su cuerpo y sangre en la Cena, y su promesa de cenar otra vez con sus discípulos cuando el reino de Dios venga en toda su plenitud son inseparables. Cuando recibimos de la mesa del Señor nos unimos a Jesucristo, que nos hace partícipes de su cuerpo y sangre. Este alimento sobrenatural es la curación para el cuerpo y el alma y la fuerza para nuestro camino. Cuando te acerques a la mesa del Señor, ¿qué esperas recibir? La curación, el perdón, descanso para tu alma? El Señor tiene mucho más para nosotros, más de lo que podamos pedir o imaginar. El principal fruto de la recepción de la Eucaristía es una unión íntima con Cristo. Como alimento corporal restaura la fuerza perdida, por lo que la Eucaristía nos fortalece en la caridad y nos permite romper con lazos desordenados con las criaturas y estar más firmemente enraizados en el amor de Cristo. P. Emilio Sotomayor |